Lexicografía y traducción a comienzos del siglo XIX:
a propósito del Nuevo diccionario francés-español (1805) de A. de Capmany
By Marta Torres (University of Jaén, Spain)
Abstract
English:
This article is a review of the bilingual dictionary by Antonio de Capmany, published in the early 19th century. According to specialists such as Roig (1995: 771), the Nuevo diccionario francés-español (1805) meant a major change in the orientation of lexicography, since “none of the great dictionaries or projects aims at solving the difficulties of translation”. The article focusses on the prologue to the Nuevo diccionario, where Capmany specifies both his lexicographic project and relevant notions on French-to-Spanish and Spanish-to-French translation. As revealed by Vidal (2011: 408), these preliminary words carry strong ideological connotations, which are also found in the body of the dictionary itself.
Spanish:
Esta investigación se centra en un diccionario bilingüe, el de Antonio de Capmany, publicado a comienzos del siglo XIX. A juicio de especialistas como Roig (1995: 771), el Nuevo diccionario francés-español (1805) supone un cambio de orientación relevante, pues anteriormente parece que “ninguno de los grandes diccionarios o proyectos está pensado para resolver las dificultades de la traducción”. En concreto, nos detenemos en el Prólogo del Nuevo diccionario, lugar donde Capmany explicita su proyecto lexicográfico así como las nociones sobre la traducción del francés al español y a la inversa. Además, según revela Vidal (2011: 408), de estas palabras preliminares se desprenden fuertes connotaciones ideológicas, también halladas en el cuerpo del diccionario.
Keywords: diccionario bilingüe, lexicography and terminology, lexicography, Antonio de Capmany, history of translation and interpreting, 19th century, siglo XIX
©inTRAlinea & Marta Torres (2014).
"Lexicografía y traducción a comienzos del siglo XIX: a propósito del Nuevo diccionario francés-español (1805) de A. de Capmany"
inTRAlinea Special Issue: Translation & Lexicography
Edited by: María Sánchez, María Porciel & Iris Serrat
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1. Antonio de Capmany y su época
En el Diccionario histórico de la traducción en España (Lafarga y Pegenaute2009: 173-174) se da noticia de la vida de Antonio de Capmany:
Capmany, Antonio de (Barcelona, 1742-Cádiz, 1813).
Escritor español. Optó primero por la carrera militar, que abandonó en 1770; se trasladó a Sevilla, donde colaboró con Olavide para llevar colonos catalanes a Sierra Morena. En 1775, anticipando la caída del intendente, marchó a Madrid. Este mismo año, consiguió ingresar en la Academia de la Historia y, en 1790, fue elegido secretario perpetuo, cargo que desempeñó hasta 1802. Publicó varios trabajos sobre la Barcelona medieval y su actividad marítima, considerados como pioneros en la historia económica española. Además, reveló sus dotes de filólogo en obras relacionadas con la lexicografía, la retórica (Filosofía de la elocuencia, 1777 y 1812) y la historia literaria (Teatro histórico-crítico de la elocuencia española, 1786-1794). Durante la Guerra de la Independencia se señaló por un extremado patriotismo que ilustra su Centinela contra los franceses (1808). A finales de 1808 se refugió en Sevilla y trabajó en la preparación de las Cortes de Cádiz, en las cuales actuó como diputado por Cataluña hasta su muerte[1].
Entre sus obras, además del Nuevo diccionario francés-español (1805)[2], destacamos el Arte de traducir el idioma francés al castellano (1776), “cuyo objetivo fue el de combatir los idiotismos de la lengua francesa presentes en las traducciones castellanas de su tiempo” (Yllera y Ozaeta 2002: 84)[3]. De hecho, entre otros especialistas, Cazorla (2002: 18) da cuenta de las preocupaciones en torno a la lengua durante la segunda mitad del siglo XVIII y el XIX, centradas fundamentalmente en dos cuestiones: las traducciones y los galicismos.
En lo que respecta a la traducción, parece que predominó una actitud positiva durante el siglo XVIII (vid. Checa 1991: 594 y Anglada 1997-1998: 32). No obstante, posteriormente, según Checa (1991: 595), la escasa preparación de los individuos que realizaban las traducciones motivó que se entendiera como “un modo de corrupción de nuestra lengua”.
Además, sin duda, el cambio de signose vio favorecido por lascircunstancias políticas en las que se encontraba España, inmersa en el período napoleónico (1808-1813),y rebelada contra la ocupación francesa. Estacuestión enfrentaba, de un lado, a los partidarios de la apertura hacia el progreso y a la libertad en el ejercicio de la traducción[4],idea representada, entre otros, por Feijóo y Mayans, y, de otro lado, a losdefensores de la pureza del castellano[5], apoyada por Forner Vargas Ponce[6].
Por su parte, Capmany refleja el paso de una actitud a otra[7]. Como señalan Checa (1991: 598-599)y Cazorla (2002: 19), mientras que en sus primeras obras alaba la lengua francesa y se muestra favorable a las traducciones del francés, en su Teatrohistórico-crítico (1786-1794) deriva hacia una postura totalmente opuesta, pues achaca el empobrecimiento del español a las malas traducciones que se hacían. También Lázaro (1949: 264) se hace eco del cambio radical de las ideas de Capmany: “de la amplitud máxima en la aceptación de vocablos extranjeros, a la mayor estrechez, al purismo más cerrado”. De hecho, en opinión de Capmany, nuestra lengua no tenía necesidad de ser auxiliada por el francés a la hora de nutrir y ennoblecer su léxico, ya que podía autoabastecerseo, en todo caso, ser asistida por las lenguas clásicas.
Lo cierto es que, a propósito de Antonio de Capmany, numerosos especialistas coinciden en afirmar que se alza como una figura clave en el panorama de la lexicografía bilingüe a comienzos del siglo XIX. De hecho, según manifiesta Vidal (2011: 404), “si el espíritu del siglo XVIII está integrado por tres factores esenciales, que son el sentimiento histórico, el sentido crítico y el sentido enciclopédico, habremos de concluir que la obra de Capmany es producto genuino de aquel siglo”.
Precisamente, en el presente trabajo nos interesa observar las ideas sobre traducción que podemos encontrar en el Nuevo diccionario francés-español (1805) de Capmany, atendiendo tanto al prólogo —fuente donde encontramos los principios teóricos que guían su elaboración— como al cuerpo del diccionario —donde hallamos artículos lexicográficos que no solo ofrecen la definición o equivalencia, sino también datos sobre el contexto de uso de la voz en cuestión o su etimología—.
En definitiva, pretendemos poner de manifiesto la utilidad del repertorio lexicográfico de Capmany en su época, herramienta eficaz para auxiliar al usuario a la hora de traducir las palabras francesas al español.
2. El Nuevo diccionario francés-español (1805)
En efecto, a diferencia de los repertorios que lo precedieron, como destaca Bruña (1999: 99), este diccionario no se concibe como “un instrumento apto para ayudar a los que quieren aprender francés, sino, principalmente, como una herramienta de base para quienes emprendían una traducción del francés al español”.
Se trata de un repertorio unidireccional francés-español, pues el propio autor en el Prólogo —como veremos más adelante— manifiesta el fracaso que experimentaría la elaboración de la parte español-francés ante la dificultad de traducir numerosos vocablos al francés:
Esta riqueza y superabundancia me ha retraído y acobardado, aun quando me sobrasen el tiempo y la paciencia para emprender la prolixa y penosísima obra de un Diccionario español-francés, porque conozco que la octava parte de los artículos habrían de quedar en blanco, o de muy mal color (Capmany 1805: XVI).
No en vano, a propósito de Capmany, ya Lázaro (1949: 280) señala que
por primera vez, un español se impone la tarea seria y científica de comparar ambas lenguas [español y francés], intentando hallar una justa correspondencia, cuando se trata de palabras patrimoniales, o fijando una norma que corresponda al tecnicismo francés.
En efecto, Capmany (1805: I) reconoce los seis años de “lucha metafísica de carear y ajustar dos lenguas tan discordes entre sí”, trabajo que inicia a fin de paliar el panorama de la lexicografía bilingüe francés-español para no “mendigar más tiempo de manos extrangeras” (Capmany 1805: II). Además, en cuanto a la metodología seguida, el catalán insiste en que
en la formación del presente diccionario, tal como se ofrece al público, no solo se ha trabajado con tesón para que a cada voz francesa correspondiese la genuina española, huyendo de las explicaciones vagas o insignificativas, sino que, a costa de un extremado esmero, se ha procurado conservar en la correspondencia castellana el mismo sentido en que se toma, y el mismo estilo en que se usa la palabra francesa […]He puesto la diligencia y esmero más riguroso a fin de que cada artículo pueda servir de regla al lector (Capmany 1805: VIII-IX).
En lo que respecta a las fuentes, en el mismo título del diccionario —Nuevo diccionario francés-español. En este van enmendados, corregidos,mejorados y enriquecidos considerablemente los de Gattel y Cormon— se citan dos repertorios, el de Gattel y el de Cormon, publicados en el siglo anterior (1790 y 1769, respectivamente). En el Prólogo, Capmany alude en varias ocasiones a los errores e imprecisiones de estos lexicógrafos:
Todos los artículos del diccionario de Cormon, y del más reciente de Gattel, que no ha hecho más que reproducir los aumentos y los yerros del otro […] se han tenido que rehacer, a causa de sus erradas o inadecuadas versiones(Capmany, 1805: IV).
Después de haber refundido los dos diccionarios ya citados de Cormon y Gattel, corrigiendo unos artículos, mudando otros, y enriqueciendo a todos con nuevas frases y acepciones […] (Capmany 1805: VIII).
Acerca de la macroestructura, el propio Capmany (1805: III) en su Prólogo anuncia que su repertorio consta de “más de treinta mil artículos”. En efecto, según los cálculos de Cazorla (2002: 366), el número de entradas asciende a alrededor de 32.000.
A propósito de la microestructura, Cazorla (2002: 367) advierte el orden de las informaciones: Entrada + categoría gramatical + marca + definición = marca + acepción[8]. Las acepciones se recogen bajo la misma entrada, separadas mediante el signo =. En cuanto a las definiciones, Cazorla (2002: 367-368) documenta cuatro tipos:
a) Entrada + uno o varios equivalentes: Sage-femme.s.f. Matrona: comadre: partera.
b) Entrada + descripción:Sablonnier.s.m. El que vende la arenilla por las calles.
c) Entrada + uno o varios equivalentes + traducción [mediante dos puntos se separan los equivalentes de la explicación]:Abaissement.s.m. Baxa: baxada, como acción de disminuir de altura alguna cosa: descenso: minoración. [...]
d) Entrada + uno o varios equivalentes + especificación [que, o bien los diferencia de otros de su especie, o bien restringe su uso en un ámbito determinado]:Abat-vent.s.m. Tejadillo, que se pone en los balcones, puertas, etc.
Además, Cazorla (2002: 368) señala que, en ocasiones, se documentan “variantes del objeto nombrado distinguidas tipográficamente en cursiva bajo el lema principal”:
Sable. s.m. [...] = Sable terreux: arena terriza.
También siguen el mismo formato las distintas expresiones que Capmany incorpora en muchos artículos lexicográficos:
Abonder. v.n. Abundar: estar abundante = Abonder en son sens casarse con su parecer.
À l’abri. adv. Guarecido, resguardado = Se mettre à l’abri, guarecerse, resguardarse.
Por su parte, Bruña (1999: 105) considera “un verdadero deleite por la precisión y variedad del vocabulario castellano que usa el autor” las explicaciones dadas por Capmany en cada una de las entradas lexicográficas.
3. Ideas y propuestas en torno a latraducción en el Prólogo del Nuevo diccionario francés-español
Además de la información relacionada con las fuentes, la metodología y los objetivos, en el Prólogo al Nuevo diccionario hallamos interesantes notas sobre la lengua española, la lengua francesa y, especialmente, acerca del trabajo de traducción.
A continuación, listamos las cuestiones que han centrado nuestro interés, profundizamos en ellas y las comparamos con otros diccionarios publicados al final del siglo XVIII y a comienzos del XIX. En concreto, atendemos a los diccionarios declarados como fuente en el propio título del diccionario de Capmany, a saber, los repertorios de Cormon[9] y Gattel[10] — Dictionnaire françois-español, tomo II del Nouveau dictionnaire de Sobrino, françois, espagnol et latin (1769)[11] y Nouveau dictionnaire françois et espagnol, tomo III del Nouveau dictionnaire espagnol et françois, françois et español (1790), respectivamente—. Además, tomamos en consideración la obra de Terreros[12] —Los tres alfabetos francés, latino e italiano con las voces de ciencias y artes que le corresponden en la lengua castellana, tomo IV del Diccionariocastellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguasfrancesa, latina e italiana(1793)[13]—, así como el repertorio de Núñez de Taboada[14]— Diccionario francés-español, tomo I del Diccionario español-francés y francés-español(1812)[15]—, que toma como guía el diccionario de Capmany, del que reproduce la mayoría de sus artículos[16].
3.1. Desde las primeras líneas del Prólogo, Capmany (1805: VII) expone el objetivo de su diccionario, que no es otro que “presentar la simple traducción castellana de cada voz simple francesa”. Esta máximase convierte en el eje central sobre el que giran los aspectos que seguidamente nos dedicaremos a reseñar.
3.2. Aunque, generalmente, no pertenecen a la “nomenclatura común de la lengua vulgar”, Capmany (1805: VII) reconoce haber incluido en el cuerpo de su repertorio voces “de origen o composición griega, como las pertenecientes a la matemática, astronomía, física, medicina y anatomía”, en concreto, “las de un uso más común y corriente”. En efecto, comprobamos la incorporación de términos científico-técnicos en el Nuevo diccionario, tales como los que siguen, circunscritos al ámbito de la fortificación, geometría, arquitectura, física, medicina, química, gramática, náutica, cirugía y matemática, respectivamente[17]:
Cascanes. s. f. pl. (fortif.). Pozo hecho en el terraplén de una muralla para ventilar las minas.
Courbe. s. f. […] = (geom.) Curva: la línea que goza parte de círculo […]
Crêche. s. f. […]= (arquit.). Ante-espolón: de un puente.
Cristallisation. s. f. (fis.) Cristalización: la acción de cristalizar, o la misma cosa cristalizada.
Liniment. s. m. (medic.) Linimento: cierta composición para untar, y ablandar.
Lixiviation. s. f. (chim.). Loción: la acción de lavar las cenizas para extraer las sales alkalinas.
Nominatif. s. m. (gram.). Nominativo: el primer caso en la declinación de los nombres.
Ralinguer. v. n. (naut.) Relingar: cortar el viento con las relingas.
Surbande. s. f. (cirug.) Sobrevenda: venda que se pone sobre otras en una fractura.
Tripler. v. n. (mat.) Hacerse tríplice.
No obstante, el Nuevo diccionario se completa con un Suplemento, “que va al fin del diccionario general”, en el cual Capmany (1805: VII) incorpora “especialmente [las voces] de medicina, anatomía, cirugía y farmacia” —unos 1300 términos—. Sin duda, el interés del catalán por el léxico científico-técnico pudo ser avivado por Esteban de Terreros[18], que se interesa por ayudar a “los españoles estudiosos para la inteligencia de los libros técnicos de Ciencias y Artes” (Terreros 1793: III)De hecho, hemos comprobado que, de las diez voces anteriores, Terreros ofrece la equivalencia de seisde ellas en su alfabeto francés (cristallisation, crêche, liniment, ralinger, surbande, nominatif). No obstante, ya Cormon (1769) —liniment y nominatif— y Gattel (1790) —courbe, cristallisation, liniment, lixiviation, nominatif, tripler— incluyen en sus repertorios algunos de estos lemas. Por su parte, Núñez de Taboada (1812) recoge las diez voces y reproduce en todas ellas las equivalencias y definiciones de Capmany, salvo en el caso de courbe (“s. f. […] (geom.) Curva: la línea que forma arco”), que queda actualizada ligeramente en su caracterización.
3.3. Más adelante, Capmany (1805: IX) afirma haber añadido “muchísimos exemplos de frases, ya proverbiales, ya familiares”. La RAE, en la primera edición decimonónica de su diccionario (DRAE 1803), define frase proverbial como “la que contiene alguna especie de proverbio o sentencia, como cada uno puede hacer de su capa un sayo, más vale obedecer que sacrificar” (DRAE 1803: s. v. frase). Por su parte,estilo o voz familiarqueda caracterizada en la misma edición como “el que se usa comúnmente en la conversación, o en las cartas que se escriben entre amigos” (DRAE 1803: s. v. familiar). Las frases proverbiales quedan marcadas por Capmany mediante la abreviatura “prov.”, mientras que a las familiares les antecede la etiqueta “fam.”. Ejemplos:
Abatteur. s. m. Tumbador, el cortador de leña = (fig. fam.) Se dice grand abatteur de bois ou de quilles, al bocón o fanfarrón.
Brider. v. a. Embridar […] = (fig. fam.) Dícese oiseau bridé, al hombre ignorante, e inexperto, en las cosas del mundo, como quien dice, bozal, zote.
Éponge. s. f. Esponja […] = (fam.) Se dice boire comme una éponge: beber como un zaque, como un odre […].
Gond. s. m. Gozne: de una puerta = (prov.) Dícese sortir hors de gonds: salir de sus quicios, de sus casillas, perder los estribos = Mettre quelqu'un hors de gonds: sacar a uno de sus casillas, hacerle impacientar.
Loup. s. m. Lobo […] = (fam.) Dícese manger comme un loup: comer como un buitre = (id.) Se dice entre chien et loup: a boca de noche, entre dos luces […]
Nécessité. s. f. Necesidad […] = (prov.) Dícese faire de nécessité vertu: hacer de necesidad virtud: hacer de tripas corazón = (id.) Se dice nécessité n'point de loi: la necesidad carece de ley: la necesidad tiene cara de herege, como dice el vulgo.
Noyer (se).v. r. Ahogarse […] = (fig. fam.) Dícese se noyer dans un verre d'eau, dans un crachat: ahogarse en poco agua, tropezar en una china.
Piquer. v. a. Picar, punzar: y vulgarmente pinchar […] = (fig.) Dícese Piquer par tous les bouts: ser como un erizo, como unas ortigas: aplícase a la persona ásperay desapacible en el trato.
Registre. s. m. Registro: libro de asientos […] = (prov.) Dícese tenir registre de tout: ser un libro verde. Dícese de la persona que anota y retiene por curiosidad lo que ve, y oye en otras.
Tuteur. s. m. Tutor […] = (fig. fam.) Dícese n'avoir pas besoin de tuteur: poder andar sin andadores: o no necesitar de calabazas para nadar.
Las frases proverbiales o familiares incluidas en los artículos lexicográficos precedentes quedan recogidas sin variación en su forma y significado en Núñez de Taboada (1812), si bien en los otros diccionarios encontramos diferente tratamiento: Terreros (1793) no registra ninguno de los casos; Cormon (1769) solo incorpora Gran abatteur de bois ou de quilles —con el significado “se dice del que mucho se vanagloria y fanfarronea” y marcada como refrán, no como frase proverbial—; a excepción de la frase proverbial contenida bajo el artículo relativo a registre (tenir registre de tout), Gattel (1790) da cabida en su repertorio a todas las presentes posteriormente en Capmany (1805), si bien hemos localizado variación en algunas definiciones: oison bridé, “la persona muy ruda y de poco entendimiento” (“hombre ignorante, e inexperto, en las cosas del mundo, como quien dice, bozal, zote”, en Capmany 1805); boire comme une éponge, “beber mucho” (“beber como un zaque, como un odre”, en Capmany 1805); Mettre quelqu'un hors de gonds, “sacar de madre, hacer que alguno se inquiete y rompa los límites de su paciencia” (“sacar a uno de sus casillas, hacerle impacientar”, en Capmany 1805); manger comme un loup, “comer mucho” (“comer como un buitre”, en Capmany 1805); se noyer dans un verre d'eau, dans un crachat, “ahogarse en poco agua, acongojarse, &c. con ligera causa” (“ahogarse en poco agua, tropezar en una china”, en Capmany 1805).
3.4. Otra cuestión explícita en el Prólogo es la omisión de aquellas correspondencias “cuya traducción es obvia y vaciada en un mismo molde” (Capmany 1805: IX). Por ejemplo, el autor evita en la microestructura del artículo relativo a monde expresiones como nouveau monde'nuevo mundo' o l'autre monde 'el otro mundo', así como premier ministre 'primer ministro' o ministre d'état 'ministro de estado', bajo el lema ministre. Sin embargo, Capmany (1805: IX) admite los casos en que se invierte el orden de la traducción: fausse clef ('llave falsa') o le Saint-Esprit ('Espíritu Santo'). No obstante, al consultar el diccionario, encontramos casos en los que no se cumplen las reglas establecidas en su Prólogo. Por ejemplo, bajo el artículo de esprits, encuentran perfecto acomodo esprits vitaux ('espíritus vitales') y esprits animaux ('espíritus animales'); al igual que arts liberaux ('artes liberales') o Saint office ('Santo oficio'), bajo libéral, ale y office, respectivamente. En este sentido, al incluir esprits vitaux y arts liberaux, Capmany se deja influenciar por sus fuentes más directas, Cormon (1769) y Gattel (1790), quienes ya integran esas expresiones en sus repertorios.
3.5. Una idea que subyace a lo largo de todo el Prólogo y en el cuerpo del diccionario es la excelencia de la lengua española frente a la francesa. Capmany (1805: IX) afirmarotundamenteque el español aventaja al francés en “abundancia y variedad”. A juicio del autor, esta riqueza se materializa en los variados equivalentes que un gran número de palabras francesas poseen en nuestro idioma. Por ejemplo, enfant equivale a 'niño y niña, muchacho y muchacha, hijo e hija'; maître, 'maestro, maestre, señor, amo y dueño'; chaud, 'caliente, cálido, caluroso, acalorado'. Además, Capmany (1805: X) emplaza al lector a que revise los artículos correspondientes a coup, esprit, jour, prendre, monde, entre otros. Mostramos seguidamente un extracto de los relativos a esprit y monde:
Esprit. s. m. Espíritu: substancia incorpórea, e inmaterial = Espíritu, alma, ánimo = Ingenio, talento = Entendimiento, discurso = Viveza, agudeza = Concepto, sentido, mente: de una ley, de un autor, de una expresión = Genio e inclinación para alguna cosa, que también se llama espíritu = Genio, condición, carácter = Potencias, facultades intelectuales = Extracto, quintaesencia. Todas estas acepciones varían, conforme los casos y cosas a que se aplica la voz genérica esprit, tan común y usual en francés […]
Monde. s. m. Mundo: se toma en general por el universo; más en particular por el orbe, la tierra; y metafóricamente por la totalidad de los hombres, o el género humano = Gente, gentío: muchedumbre o concurso de muchas personas = Familia, criados: la gente del servicio = Comitiva, escolta: las personas que van con un superior = Las gentes con quien vivimos o hemos de vivir en sociedad = Mundo: en la mística se toma por los hombres corrompidos o profanos […]
Tras observar estos artículos en Cormon (1769) y Gattel (1790), comprobamos que Capmany (1805) introduce como novedadlas equivalencias tras el signo =, a fin de poner de manifiesto la gran viveza y riqueza del español. Precisamente, a propósito de la fuerza de las palabras, ya en su Arte de traducir afirma lo siguiente: “no pretendo que un traductor se sujete a trasladar palabra por palabra, sino que conserve la calidad y fuerza de ellas” (Capmany 1776: V). De hecho, más adelante insiste en que “las lenguas tienen un carácter particular que las distingue; y esta diversidad, que aquí llamamos genio o índole, consiste en la desigual aptitud para expresar una misma idea” (Capmany 1776: VII).
Además, Capmany (1805: X) presta atención a las cuestiones formales que se observan en las correspondencias del francés al español. Se centra en aspectos como el número gramatical, “distinción en la que han parado pocos traductores la consideración, según son freqüentes sus tropiezos […] le jour de cendres es en castellano el día de ceniza, no de cenizas […] le jour de pâques, es el día de pasqua, y no de pasquas”(Capmany 1805: X). También se detiene en el hecho de que, en ocasiones, la voz francesa ha de traducirse mediante una unidad pluriverbal (“en la traducción española han de acompañarse con otra para que puedan concretarse a un sentido determinado” Capmany 1805: XI), como en gout ('buen gusto'), le globe ('el globo terráqueo'), les Peres ('los Santos Padres'), etc. En el cuerpo del diccionario, entre otros, hemos localizado los siguientes casos, reproducidos fielmente en el repertorio de Núñez de Taboada (1812):
Hale. s. m. Ayre solano […]
Héron. s. m. Garza real: ave […]
Ravenelle. s. f. Alhelí amarillo: flor.
Touaille. s. f. Paño de manos, toalla.
Va. adv. Bien está, bien va, en hora buena […]
En Cormon (1769), Gattel (1790) y Terreros (1793) no se documenta el último significado, el relativo a va. Llama la atención que estos diccionarios definen héron como “garza real”, salvo Gattel (1790) que propone “garza”. Ravanelle no se registra en Cormon (1769) ni Gattel (1790), sí en Terreros (1793), que la define mediante la palabra “rabatuza”. En los casos de hale (“viento cálido, ardor del verano” en Cormon 1769; “viento caliente, su ardor” en Terreros 1793) y touaille (“toaja o toalla, paño de manos” en Cormon 1769 y Gattel 1970) hemos observado que todos los diccionarios consultados emplean una unidad pluriverbal a modo de equivalencia.
No obstante, hallamos igualmente dobles lemas que se definen mediante una palabra simple:
Chapiteau de quenouille. s. m. Rocadero […]
Clin-d'oeil. s. m. Guiñada, seña, ojeada […]
Croc-en-jambe. s. m. Zancadilla: treta entre dos que bregan para derribar al suelo el uno al otro […]
Double-feuille. s. f. Ofris: planta
Tourne-feuillet. s. m. Registro: de un libro, sea un cordón, o cintilla.
En las fuentes de Capmany (1805) estas entradas también se definen mediante una equivalencia simple, excepto en el caso de double-feuille, “yerba de dos hojas” en Gattel (1790).
También, en relación con las equivalencias, Capmany (1805: XI) se preocupa por ajustar la correspondencia de cada voz francesa atendiendo a “los usos y circunstancias de cada nación”. No en vano, ya en su Arte de traducir, el autor afirmaba que “una traducción será imperfecta siempre que con ella no podamos conocer, y examinar el carácter de la nación […] cada nación tiene el suyo” (Capmany 1776: VI). Así, el autor advierte, por ejemplo, de que “la voz avoine (avena), usada para hablar del pienso de los animales, corresponde a nuestra cebada”. En numerosos artículos de su diccionario queda resuelto este problema, por ejemplo:
Chaperon. s. f. Caperuza, caperuzón, capirote […] Chaperon: se dice de una persona de edad que acompaña a una señorita por el bien parecer, y como para responder de su conducta: corresponden a rodrigón en castellano.
Force. (especie de adv.. o adj. de cantidad). Mucho: en estilo familiar […] force bijous, muchas alhajas, &c. como si dixéramos en castellano: gran poder de dinero, &c; o en estilo baxo: dinero a montones, &c.
Mage. s. m. Mago: nombre que daban los persas y otros orientales a sus astrólogos, filósofos y matemáticos = Juge mage, o maje: nombre que se daba en muchas provincias de Francia al teniente de Senescal.
Además, en algunos artículos, como el relativo a feindre, encontramos explícita la absoluta equivalencia entre una lengua y otra:
Feindre. v. n. Fingir: tiene, como en castellano, las significaciones de aparentar, dar a entender, inventar, idear, forjar.
En ninguno de los diccionarios consultados, publicados antes que el de Capmany (1805), localizamos datos acerca de la correspondencia léxica de las palabras anteriores. No obstante, hemos constatado que Núñez de Taboada (1812) mantiene en su repertorio las notas sobre traducción incluidas por el lexicógrafo catalán bajo chaperon, force, mage y feindre.
Más adelante, Capmany (1805: XII) alude a las “voces y frases en francés, que no admiten correspondencia recta e inmediata en castellano”. Se trata de expresiones “figuradas y proverbiales, ya satíricas, ya jocosas, para representar en ambas lenguas una misma idea con distintas imágenes, y términos de semejanzas, tomados de distintos objetos”, esto es, formaciones compuestas ya lexicalizadas en las que se produce una alteración del significado, motivado a partir de una metáfora o de una metonimia. Por ejemplo: “en francés llaman yeux d`aigle (ojos de águila) lo que en castellano llamamos ojos, a vista de lince; nez de rinoceros a la que damos el de nariz o trompa de elefante; arracheur de dents al sacamuelas”. Seguidamente, ofrecemos algunos artículos lexicográficos donde observamos esta cuestión:
Emporte-piece. s. m. Sacabocado, o sacabocados: instrumento con que se hacen recortados c. (fig.) Mordaz, maldiciente, murmurador.
Langue. s. f. Lengua […] Dícese langue de vipere (lengua o boca de sierpe, o de escorpión) de la persona mordaz, y maldiciente […]
Lit. s. m. Cama, lecho […] Lit de parade: cama de respeto o de adorno en la que no se duerme […] Lit de grandeur: cama de matrimonio, por su granditud […]
Mort, te. Adj. y p.p. del verbo mourir. Muerto. […] = Eau morte: agua muerta, detenida, encharcada […] = Feuille morte: hoja seca […]
La mayor parte de estos significados son recogidos ya por los repertorios de Cormon (1769), Gattel (1790) y Terreros (1793) —emporte-piece y langue de vipere solo se registran en Gattel (1790); lit de grandeur no lo hallamos en ninguno de los diccionarios—, si bien Capmany (1805) modifica y amplía en muchas ocasiones las equivalencias de sus fuentes en aras de facilitar la total comprensión de la voz en cuestión. Por ejemplo, tanto Cormon (1769) como Gattel (1790) definen eau morte como “aguas muertas, la que no corre”, en Terreros (1793) encontramos “agua estancada, muerta”; por su parte, Capmany (1805) propone una definición híbrida, siguiendo a sus tres fuentes: “agua muerta, detenida, encharcada”.
Igualmente, el catalán atiende en su Prólogo a aquellas voces que se refieren a realidades existentes en Francia, “que no solo no tienen exacta correspondencia en español, más ni tampoco una equivalencia”[19]. A modo de ejemplo, podemos encontrar en el diccionario los siguientes lemas:
Gobelins. s. m. pl. Nombre de una famosa fábrica de granas y tapices que hay en París.
Maire. s. m. […] Con este nombre en la primera línea de los Reyes de Franciaeran conocidos los xefes de la casa real y del estado, que gobernaban con absoluta potestad.
Roquefort. s. m. Queso muy sabroso, que tiene este nombre en Francia.
Gobelins solo se recoge anteriormente en Gattel (1790) —“nombre de una célebre manifactura de tintura y tapices que hay en París”—, si bien maire se incluye en Cormon (1769), Gattel (1790) y Terreros (1793), mientras que roquefort queda integrado en la macroestructura de Gattel (1790) y Terreros (1793), pero sin indicación de su origen francés —“especie de queso muy sabroso” y “especie de queso excelente”, respectivamente—.
3.6. La preocupación de Capmany por auxiliar al traductor en su trabajo motiva, además de la publicación de este repertorio, el proyecto de elaborar un Diccionario comparado de la lengua francesa y española, obra que finalmente no prospera ni llega a ver la luz[20]:
Para socorrer a los traductores con una llave maestra, estoy concluyendo otra obra, que será el complemento de mi plan, en la qual se manifestará la índole y la fraseología comparada del francés y español, con exemplos de todos los estilos, y sentidos, baxo el título Diccionario comparado de la lengua francesa y española (Capmany 1805: XIV).
3.7. Como hemos dicho más arriba, la excelencia dela lengua española se convierte en una idea omnipresente en el Prólogo al Nuevo diccionario. La defensa a ultranza del idioma patrio centra la atención de Capmany, que aprovecha para tildar de “españoles bastardos” a aquellos que “han creído que gran parte de la dificultad que sentían en la traducción de los libros franceses procedía de la pobreza del castellano” (Capmany 1805: XIV).En defensa de la riqueza del español, el catalán argumenta su decisión de no emprender un repertorio español-francés: “la octava parte de los artículos habrían de quedar en blanco o de muy mal color” (Capmany 1805: XVI).
De hecho, Capmany pone en evidencia al francés, carente —a su juicio—de las posibilidades que el español muestra, por ejemplo, en el campo de la formación de palabras:
Sin salir de la letra A ¿qué voz correspondiente se pondría a nuestro amanecer, anochecer, alborear, adocenar, asolear, anubarrar, alancear, asaetar, adietar, arracimar, aljofarar, apalabrar, sin otras ciento? […] Y si de las voces simples pasamos a las compuestas, ¿Dónde hallaríamos las correspondientes a las de alicaído, aliquebrado? De barbiteñido, barbilampiño, barbiblanco, barbicano, barbiponiente, barbilindo, barbitaheño, berbinegro, barbicurio, barbiroxo? De boquiabierto, boquirubio, boquimuelle, boquiduro? […]
¿Y qué diremos de la riqueza inagotable de los derivados simples y compuestos, como amugerado, amuchachado, adamado, amulatado? Como caballar, caballuno, perruno, muleño, asnal, ovejuno, carneruno, carneril, acarnerado? […] Solo de la voz simple frayle, que en francés no es más que moine, sin más derivado que moineau, que es gorrión, se forman en castellano fraylería, fraylada, fraylesco, frayluno, afraylado, frayleño, fraylía, y los verbos enfraylar y desenfraylar […]
¿Cómo traduciremos nuestros aumentativos, diminutivos y superlativos, de cuyo esencial auxilio carece la lengua francesa, pues tiene que socorrerse del adverbio très para el último caso, y de los calificativos de gros, grand y petit para los dos primeros? […] Cómo tantos verbos freqüentativos de admirable energía, como pordiosear, menudear, aldabear, cerrojear, clamorear, colear, corcovear, cucharetear, aletear, tixeretear, &c.? Tantos incoativos, como vermejear, azulear, amarillear, albear o blanquear, negrear? Tantos verbos activos de privación, como desemperezar, desamorar, desamistar, desacobardar, desendiosar, desendiablar, desautorizar, &c.?(Capmany, 1805: XVI-XVII).
A pesar de ello, también Capmany (1805: XIX) reflexiona acerca de algunos aspectos en los que el francés aventaja al español. Especialmente, el catalán alude al fenómeno de la anfibología (“Doble sentido, vicio de la palabra, cláusula o manera de hablar a que puede darse más de una interpretación”, DRAE 2001: s. v. anfibología):
No ignoro que con la voz físico, como adjetivo, y como substantivo, confunde el español la de physique y physicien, con la de académico las de académique y académicien, con la de matemático las de mathémathique y mathématicien&c.[…] Verdad es, por otra parte, que con la voz barba hemos de significar la barbe, y le menton; con la de pastor las de berger, pasteur, y pâtre; con la de oveja las de brebis y ouaïlle; con la de negro las de negre y noir; con la de hambre las de faim y famine; con la de parir las de acoucher y enfanter para las mujeres; y las de mettre bas, y faire ses petits, para las hembras de los animales […] (Capmany 1805: XIX-XX).
No obstante, al final del Prólogo, el autor se vuelve a mostrar duro con la lengua francesa. En concreto, Capmany (1805: XXI) arremete contra “el uso, o el abuso, que suelen hacer los escritores franceses de las voces de la antigüedad greco-romana para dorar o realzar su estilo”, práctica que, en el caso de los escritores español, fue tildada de “pedantería”:
La misma libertad que se han tomado los franceses para ennoblecer y enriquecer sus escritos didácticos, o de pura erudición, tenemos nosotros cuando queremos escribir, o traducir. ¿Habíamos de estrechar los límites, y restringir las facultades naturales de la lengua española, siendo dialecto legítimo de la latina, y amiga de la griega por la facilidad de sus composiciones? (Capmany 1805: XXII).
4. Valoración final
En el repertorio de Capmany, tanto en su Prólogo como a lo largo de sus páginas, hemos hallado interesantes reflexiones sobre la lengua española y la francesa, la traducción y el arte de elaborar diccionarios.
Hemos comprobado que, aunque el lexicógrafo catalán sigue de cerca algunos de los repertorios bilingües publicados anteriormente —Cormon (1769), Terreros (1793) y, especialmente, Gattel (1790)—, lo novedoso de su repertorio radica en que sus ideas quedan plasmadas en las páginas de su diccionario, concretamente en la microestructura de muchos de sus artículos lexicográficos, donde ofrece múltiples equivalentes léxicos a la entrada francesa (por ejemplo, vid. esprit) o se preocupa por dar al usuario detalles acerca del contexto sociopolítico y cultural de la época (por ejemplo, vid. Gobelins). Posteriormente, Núñez de Taboada (1812) se encarga de reproducir fielmente el legado de Capmany que, además, tiñe el prólogo de su diccionario de un exacerbado patriotismo —de hecho, no oculta su “celo nacional” y su “amor a la lengua patria”— y, en definitiva, de fuertes connotaciones ideológicas.
En definitiva, en nuestro trabajo hemos constatado que la preocupación de Capmany por la labor de traducción queda proyectada y perpetuada en su Nuevo diccionario francés-español (1805), la obra lexicográfica de un ilustrado español sensible a las vicisitudes que, a comienzos del siglo XIX, podría tener el usuario a la hora de trasladar el léxico francés al español.
Solo nos resta suscribir las palabras de Clavería et al. (2010: 28): “en la transición del siglo XVIII al XIX la obra de Capmany presenta unas ideas lingüísticas muy interesantes y, a la vez, de compleja evolución para el conocimiento de la historia de la lingüística, de la lexicografía y del léxico de la época”.
Referencias bibliográficas
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Clavería Nadal, Gloria; Margarita Freixas y Joan Torruella Casañas (2010): “La traducción de términos científico-técnicos del francés al español en el Nuevo diccionario francés-español (1805) de Antonio de Capmany”.Cuadernos del Instituto de Historia de la Lengua, 4, pp. 27-54.
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Yllera, Alicia y M.ª Rosario Ozaeta (2002): Estudios de traducción. Francés-español. Madrid: UNED.
Notas
[1]También al realizar la semblanza biobibliográfica de Capmany, Cazorla (2002: 358-360) afirma que “entre sus detractores destacan dos nombres conocidos, el escritor Manuel José Quintana, con el que tuvo públicas disputas, y por otra, el gran lexicógrafo Vicente Salvá”.
[2] En cuanto a la fecha de publicación, Cazorla (2002: 358) indica que “varios investigadores, entre ellos Lázaro Carreter, Fernández Díaz y San Vicente, indican la fecha de 1801 como primera aparición de este diccionario, aunque ninguno de ellos aporta datos convincentes para esta primera datación”.
[3]Este manual pretende brindar a los españoles un instrumento para conseguir “una traducción razonada, fundada en un mejor conocimiento de las particularidades gramaticales y léxicas del francés” (Lafarga y Pegenaute, 2009: 173). El Arte de traducir consta de un extenso prólogo (pp. V-XVI), un “Compendio de las partes de la oración francesa” (pp. 1-34), unas “Advertencias preliminares sobre el carácter gramatical del idioma francés” (pp. 35-72), un “Vocabulario lógico y figurado de los idiotismos de la lengua francesa” (pp. 73-188), la “Traducción de algunos nombres téchnicos” (pp. 189-190), un “Diccionario de nombres gentiles” (pp. 191-193), un “Diccionario de nombres personales” (pp. 194-197) y un “Diccionario de nombres de sectas filosóficas y creencias religiosas” (p. 198). Según comentan Lépinette y Olivares (1992: 172), basándose en las ideas de los enciclopedistas franceses, Capmany piensa que “traducir es posible solo si se aprehende correctamente el sentido del texto original”. Además, a juicio de Capmany (1776: VIII), “la obligación indispensable de un traductor consiste en evitar todos los idiotismos usuales y geniales de la lengua original, porque el mérito de la elocución oratoria, y del estilo en general, no depende de la frase nacional, ni del uso gramatical”.
[4] “La necesidad, lógica, de tomarse “licencias” en la traducción, ocasionó una serie de novedades, desvíos o malformaciones en el castellano que afectaban a su léxico, sintaxis o estilo, pero, sobre todo, la influencia más polémica fue la referida a la creación de palabras nuevas” (Checa 1991: 596).
[5] En lo que respecta a la postura de la Real Academia Española, Cazorla (2002: 20) apunta que, en sus comienzos, se mostró más partidaria del casticismo, aunque más adelante se aproxima más al purismo al favorecer la introducción de nuevas voces solo cuando existía verdadera necesidad.
[6] En definitiva, como señala Vidal (2011: 408), “dos son las posturas que se contraponen: la de los puristas, celosos defensores de la pureza de la lengua, frente a los innovadores que reclaman el derecho a introducir nuevas voces que respondan a nuevas necesidades expresivas de una sociedad que evoluciona con rapidez”.
[7] Como explica Vidal (2011: 404-405): “Tras la contienda con Portugal en 1762, Capmany estuvo, como toda España, con Luis XV. Quien luego sería acérrimo enemigo de los franceses, en su juventud estaba a su lado. El motín de Aranjuez y la posterior ocupación francesa con la cautividad del rey y la insurrección general de España colocan a Capmany ante un dilema que atribuló a miles de Españoles por aquellos días: someterse e incluso colaborar con el rey a sostener la causa de la patria por muy desesperada que pareciese. La postura de Capmany fue radical y su odio hacia los franceses fue extremo”.
[8] También Bruña (1999: 105) indica que “tras la entrada francesa da casi siempre la traducción o traducciones que correspondan; solo después, y separada por dos puntos, viene la explicación aclaratoria de la significación”.
[9] Según indica Cazorla (2002: 200), “los únicos datos sobre este autor francés son los que nos ofrece el título de su diccionario, donde dice que era Maestro de Artes en la Universidad de París y de lengua castellana”.
[10] “Claude-Marie Gattel nace en Lyon, en 1743. Estudia con los jesuitas en su ciudad y más tarde en París, donde fue nombrado doctor en la Facultad de Teología en 1764. Enseñó en diversas ciudades (Lyon, París, Grenoble), ejerció también cargos en el Parlamento de Grenoble y fue miembro de la Sociedad de las Ciencias y Artes de esta ciudad y de la Academia de Lyon” (Cazorla 2002: 268).
[11] En este repertorio no encontramos un prólogo al uso, sino una “Advertencia al lector”, en la que se destacan dos cuestiones: (i) que “ha sido compuesto sobre los dos más ricos Tesoros que se conocen en este género; queremos decir los Diccionarios de las Academias Reales de Madrid y de París” y (ii) que ofrece la equivalencia latina al considerarse una ventaja frente al resto de diccionarios que no la incluyen.
[12] Profesor de matemáticas en el Seminario de Nobles de Madrid, este jesuita tradujo y anotó los dieciséis tomos del Espectáculo de la naturaleza (1753-1755) del abate Noël-Antoine Pluche, obra que contiene diálogos pedagógicos sobre las ciencias y las artes (sobre la influencia del Espectáculo de la naturaleza en el repertorio lexicográfico de Terreros, vid. Azorín 2006).
[13] Como señala San Vicente (1995: 139), los tres primeros tomos —publicados por la Viuda de Ibarra en 1786, 1787 y 1788, respectivamente— contienen el Diccionario castellano mientras que el cuarto volumen —impreso en 1793 por Benito Cano— comprende Los tres alfabetos francés, latino e italiano con las voces de ciencias y artesque le corresponden en la lengua castellana, tres diccionarios bilingües en un solo tomo, a dos columnas el italiano y el francés y a tres columnas el de latín. La obra comienza a publicarse en 1765, si bien la expulsión de los jesuitas en 1767 provoca el abandono de los trabajos de impresión cuando, terminado el primer tomo, apenas se había empezado con el segundo (sobre los avatares de Terreros antes y después de la expulsión, vid. Álvarez de Miranda 2001). Más adelante, el repertorio ve la luz gracias a Francisco Meseguer y Arrufat y Miguel de Manuel y Rodríguez, bibliotecarios de los Reales Estudios de Madrid, que encontraron el material de Terreros tras el encargodel Conde de Floridablanca (vid. Álvarez de Miranda 1992: 560-561). Al morir Meseguer en 1788, la preparación de este último tomo fue llevada a cabo por el bibliotecario Miguel de Manuel.
[14] Según reza en la portada de otro de sus diccionarios, el Diccionario de la lengua castellana (1825), Melchor Manuel Núñez de Taboada fue director de l’Établissement d’Intérpretation générale des Langues en París.
[15] Como destaca Cazorla (2002: 389), “las numerosas ediciones y reimpresiones que conoció este diccionario dan muestras de su éxito; seguramente fue el repertorio bilingüe más vendido en el XIX, sobre todo en la primera mitad de siglo”.
[16] No en vano Núnez de Taboada (1812: V) reconoce que “el diccionario francés español del Señor Capmany halló en estos últimos años favorable acogida […] Este diccionario era el más completo en todas sus partes que hasta ahora había salido a luz. La correspondencia y propiedad de las voces, la delicada elección de frases proverbiales, la exactitud de las definiciones, su estilo genuino y castizo”. No obstante, este autor también reconoce que “a pesar del escrupuloso cuidado con que el autor ha procurado dar a cada voz su significación propia y adequada, se hallarán quizás algunas que o por su novedad o porque no se han cultivado en España no tienen una correspondencia bastante exacta” (Núnez de Taboada 1812: V).
[17]De este modo, Capmany se muestra consciente de la necesidad de inyectar léxico científico-técnico en los diccionarios del español. No obstante, el catalán considera que los tecnicismos son voces de empleo universal, no pertenecientes a una lengua concreta, formados a partir de las lenguas clásicas y, por este motivo, perfectamente prescindibles en cualquier repertorio, pues de una lengua a otra solo se diferencian por la terminación. En este sentido, en el Prólogo se propone la exclusión de numerosas voces, especialmente de origen griego, medida que aliviaría el volumen del diccionario: “Aun las [voces] que se han dexado de origen o composición griega, como las pertenecientes a la matemática, astronomía, física, medicina, y anatomía, que corresponden a la nomenclatura científica, y no a la común de una lengua vulgar, por mi dictamen se hubieran descartado de esta obra, dando a los lectores unas reglas sencillas y generales para acomodarlas a las terminaciones castellanas” (Capmany 1805: VII).
[18] Según recuerda Cazorla (2002: 252), “justo por la época en que Terreros redactaba su diccionario (entre 1745 y 1765) es cuando comienza a hacerse patente la necesidad de crear un léxico técnico del que carecía el español, la necesidad se hacía más acuciante por la revolución que se produce en el siglo XVIII. Los avances técnicos empiezan a llegar a España y se intensifica la actividad de traducción de obras científico-técnicas extranjeras, principalmente francesas”.
[19] “Como las costumbres, los usos, y los trages son tan diferentes entre las naciones, y las circunstancias del suelo y del clima determinan ciertos exercicios, hábitos, gustos, necesidades, y comodidades, apropiados a cada país; los objetos de que se ha de servir la imaginación, la sensibilidad, o la memoria de sus habitantes, han de ser de las cosas que tienen más presentes, o freqüentes para su uso. De aquí nace que muchos de los nombres de estas cosas no tienen correspondencia simple de una a otra” (Capmany 1805: XIII).
[20] En efecto, según indican Lafarga y Pegenaute (2009: 173), “Otros trabajos suyos quedaron inéditos, entre los cuales tienen especial interés para nosotros los materiales que estaba preparando sobre fraseología española y francesa así como una colección de refranes españoles, de la que tenemos una muestra en uno de los apéndices de su Nuevo Diccionario”.
©inTRAlinea & Marta Torres (2014).
"Lexicografía y traducción a comienzos del siglo XIX: a propósito del Nuevo diccionario francés-español (1805) de A. de Capmany"
inTRAlinea Special Issue: Translation & Lexicography
Edited by: María Sánchez, María Porciel & Iris Serrat
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